Una cabaña alquilada por una madre. Unos amigos que no se ven desde secundaria y una puerta que les juega una mala pasada. ¿siete días por delante y dos conocidos que terminan siendo mejores amigos? El frío les hará cambiar de opinión.
martes, 3 de agosto de 2010
tranquilidad y buenos alimentos
Tranquilidad, y buenos alimentos.
Tercera persona
Robert corrió hacia ellas y se dejó caer al suelo. Arrimó a su hermana a su costado y acarició su pelo.
— Joss— dijo con voz estrangulada. — Corre, por lo que más quieras, Katy no despierta.
Al cabo de diez minutos el hermano menor de los tres ya estaba en la casa.
— Cuéntame— urgió.
— No sé— contestó el hermano. — Cuando he venido, Alice intentaba despertarla.
— ¿Cuánto tiempo hace que estaba aquí? — preguntó con su vena médica. Había estudiado para ser enfermero y le sirvió para entrenador.
— Pues… desde la mañana… yo diría las once y media o no sé… ¡No lo he contado! — terminó nervioso, sin saber que decir.
— Tranquilo, esperad aquí.
Joss salió de la habitación y se fue a su despacho. Cogió unos papeles que tenía en el cajón bajo llave y cerró veloz.
— ¿Qué es eso, Joss? — preguntó la hermana, quien estaba ida hacía unos momentos.
— Cuando me vine a vivir, ella sufría ataques de ansiedad.
— Eso ya lo sabía— le informó ella.
— Pero no, que se tuvo que medicar, como dijo Mathew y que yo la seguiría.
Los dos enmudecieron.
— ¿De verdad? — preguntaron los dos al unísono.
— Sí. Cuando tenía ataques o estaba demasiado nerviosa por mi cercanía los primeros meses… hay que admitirlo— se cortó el mismo— aunque fuese su amigo, vivir con un hombre y verlo a veces semidesnudo es duro y más con el problema que ella tiene…
— ¿Entonces es verdad? — preguntó Robert. — ¿Ella le teme a los hombres?
El hermano entrenador asintió con la cabeza.
— ¿Y qué son esas gráficas? ¿Y esas notas…?— preguntó Alice.
— Las hice por petición de papá. Al principio estaba fatal, pero poco a poco ha ido mejor. Ella me lo cuenta todo y tiene sus calmantes…
— No creerás que…— sospecho recelosa Alice.
— No creo que sea tan mema como para tomarse tantos calmantes. ¡Tan sólo estaba Robert en casa! — quedó asombrado.
— Robert, —pidió Alice— ¿ha pasado algo como para que Katy se tomase los calmantes…?
— ¡Qué QUÉ! — exclamó Alice al escuchar la historia, totalmente fiel.
— Katy estuvo a punto de sufrir un colapso….
— Lo siento— se disculpó Robert totalmente disgustado— no debería haberlo hecho…
— ¡Claro que no! — le riñó Mathew desde el teléfono— pero no hay culpa sin sangre. — Joss— pidió— ¿cuántas rayitas había en el panel?
— Unas tres… dos y media.
— En tal caso, — suspiró Mathew aliviado— no creo que sea nada grabe, una sobredosis es a partir de las cuatro pastillas con los miligramos que ella tiene. No se tomó ni la mitad, e incluso cuando se toman cuatro, no se sufre grabes secuelas.
Todos suspiraron, incluso Robert, quien se sentía gravemente arrepentido.
— Colgamos, papá— avisó Joss serio.
— Os quiero hijos.
— Y nosotros. — dijeron Alice y Joss.
— Tu también Robert.
— Y yo Math… papá.
Pasado unos minutos en que Alice y Joss se enfrascaron en una amena conversación:
— ¿Y que hacemos? — preguntó Robert.
Todos miraron a Joss.
— Despertarla no vamos a poder. Tan sólo nos queda esperar a que ella lo haga. Si lo que ha apuntado es cierto, habrá de despertar hasta que los efectos desaparezcan, es decir, unas cuatro horas a lo sumo…
— ¿Y si no es cierto? ¿Y qué, si ha tomado más?
Joss no le dio tiempo a responder a Robert, quien todavía se sentía culpable. Aunque una parte de él, agradecía lo bien que se sentían esos labios sobre los suyos.
— Tranquilo. Estaría convulsionando y cosas peores que no querrás saber…
Estuvieron algunos minutos en un silencio cómodo para dos de las tres personas que había en la habitación.
End tercera persona.
De lo único que me acuerdo era de haber apuntado las píldoras, de meterme en la cama y de nada más. Cuando fui abriendo los ojos me encontré con tres pares de ojos bien diferentes. Unos ojos marrones oscuros, que me miraba con reproche, otros verdes chillones, que me observaban con desahogo y por último otros verdes esmeralda con un brillo especial, estaban arrepentidos de algo que no sabía.
— ¿Katy?
— Sí, Joss, me llamo así. — todos me miraron. Luego clavaron sus ojos en los míos
— ¿No sabes que has hecho, verdad?
— ¿Algo malo?
— ¿Algo malo? —repitió Alice— ¡Algo malo! — más alto, ahora gritaba. — ¡Eso es quedarse corto! ¡Katy! ¡Te has tomado tres tranquilizantes! ¿Es eso algo malo?
Tragué
— Em… bueno… no ha pasado nada así que…— dije mientras me levantaba, pero no moví ni la rodilla antes de que mi recamara diera un par de vueltas y los músculos agarrotados me tivasen.
Caí a mi cama.
— Deberás hacer más, aún, reposo. Estás cansada de descansar. Si te levantas te marearás. Yo de ti, estaría un poco más en la cama.
Bufé ante lo que me recomendó mi enfermero.
— Vale.
— Yo dormiré fuera— avisó Robert saliendo del cuarto— Así te dejaré tranquila.
— Esto le durará como mucho un día. — le informó Joss a Robert. — Para mañana estarás mejor— me miró todavía con su vena médica— Igualmente… Alice, llama a la Universidad— le mandó mirándola—, a su amiga, o quien vaya a su clase, que no irá por la tarde. El médico le ordenó reposo. Alguien le entregará su trabajo de final de semestre. [1] No creo que un ataque de pánico sea lo más indicado.
Bueno, al menos tenía algo de suerte. Esa noche dormiría en mi cama.
Tercera persona.
Katy estuvo toda la tarde en cama, mientras que Alice volaba de habitación en habitación. Alice sabía que en realidad Robert podría dormir en casa de los vecinos, pero no estaría nada cómodo con dos parejas, además, él y Katy debían tener algo de contacto. Si no, sería una semana horrible.
Cuando la noche cayó, Katy bajó agarrándose por las paredes a la sala de estar, dónde estaban los tres “hermanos”
— ¡Katy! — exclamó Joss. — ¡qué te hemos dicho sobre salir tan tarde!
Ella rodó los ojos.
— Voy a por un vasoooooooo.
La última vocal se alargó ya que la habitación dio un giro demasiado brusco para Katy y todo lo vió borroso. Joss saltó del sofá para poder coger a Katy, pero había sido demasiado tarde, se había caído de bruces y para rematarlo, tenía el tobillo torcido.
— ¿Te has vuelto a caer, Katy? — preguntó Alice, despreocupadamente. — ¿Katy?
Katy no contestaba. Había caído en un sueño profundo.
— Yo la llevaré a su cuarto.
— Ella duerme abrazada a una almohada. — le advirtió Alice, mientras se volvía a sentar y miraba la televisión.
Robert acomodó a Katy en sus brazos y pasó sus piernas por su cintura, quedando como una bebé entre Robert.
Robert se sintió completo en ese instante en que Katy se acomodó entre sus brazos y pasó los brazos por el cuello.
Empujó la puerta ya abierta del cuarto de Katy y la llevó hasta la cama doble, que Alice le obligó a comprar cuando se mudaron. Katy, quien estaba muy a gusto dónde estaba, y que ya no se sentía desprotegida, apretó su agarre a su “almohada”, intentando no tirarla como tantas veces.
Robert, que no sabía qué hacer, intentó soltarse de ella.
— Vamos, Katy, suéltate. Venga…— le canturreaba flojo en su oído. Pero Katy no actuaba. Estaba muy a gusto.
— Díos, mío… ¿tendré que dormir así? — se preguntó Robert.
— ¿Pasa algo? — bisbiseó una voz a las espaldas de éste.
— ¡Ayúdame, Alice! — musitó con voz quebrada. — ¡Katy no me suelta!
— Robert, te dije que duerme con una almohada, — le contestó Alice, mientras se sentaba en la cama. Robert cayó a la cama, entre las piernas de Katy. — Y esta noche te tocó a ti, y por lo que veo, le gustas. No ha gritado.
— ¿grita por las noches? —preguntó Robert, mientras miraba el rostro más bello que había visto nunca.
— Nadie sabe por qué, pero a veces se despierta de golpe gritando, luego dice que había tenido una pesadilla y se vuelve a dormir, hasta el día siguiente. Hay veces, que no se acuerda si quiera.
Robert miró a su hermana y luego volvió a mirar a Katy.
— Duerme con ella, no se enterará. Así hay alguna noche que la pasa tranquila, entera.
Alice se marchó del cuarto, después de besar a Katy en la mejilla y a su hermano en la frente, mientras éste se acomodaba en la cama con Katy y ella agarraba fuerte el cuello de Robert, mientras se amoldaba a su pecho.
Robert se pasó algo de la noche, contemplando el rostro de la mujer que dormía entre sus brazos y como musitaba cosas sin sentido e indescifrables. Una vez, frunció el ceño, y se agarró a su camiseta azul grisácea para dormir, luego, lo soltaba suspirando y acercándose más a Robert.
Cuando la alarma de Alice despertó a casi todas las personas de la casa, -casi todas, porque Joss estaba roncando en su día de levantarse una hora más tarde, y era imposible despertarlo sin que sus ronquidos amortiguaran el ruido. – y Robert se terminó de despertar con el “Mierda, tengo que levantarme” de Alice.
Katy se movió, logrando dejar escapar a Robert, y se dio media vuelta, colocándose la almohada en la cabeza, musitando un “Mamá, cinco minutos más”
Robert rió bajo y Katy sonrió ante el sonido. Éste besó la frente de ella y se marchó sin hacer ruido.
— ¿Pudiste escapar, Robert? — preguntó en broma, una Alice en pijama.
— Sí. — suspiró.
— Ven, — dijo mientra tomaba su mano. — Vamos a desayunar.
End tercera persona.
El despertador de Alice me sacó de un sueño taaaaan bueno. No había dormido tan a gusto desde hacía mucho tiempo.
Cuando me levanté, una colonia llegó a mi nariz, llenándome de la fragancia de Robert.
Me estaba encaminando al comedor, con toda la mala leche que tenía de recién levantada cuando…
— ¿Crees que tiene un trastorno o de pequeña le pasó algo? — preguntó Robert, haciendo ruido mientras sorbía su café.
— No sé. — contestó Alice. — Mira, si te soy sincera, no me trago eso de que no tiene nada, que sólo es miedo. Su madre la encontró un día en el parque de debajo de su casa, cuando llovía, columpiándose en un balancín, con la mirada perdida y las ropas manchadas de barro y un poco rozadas. Pero la cosa está, — siguió contando— en que cuando le preguntas, ella no contesta. Dice que no se acuerda de nada de eso.
Robert musitó un “ah” bajo.
Iba a asomarme a la cocina, pero algo me paró los pies. Un hombre con un gorro marrón y un bastón. Un parque, un columpio… Imágenes nada nítidas, avasallaron mi mente y un gemido salió de mi boca a la vez que tomaba mi cabeza entre mis manos.
Una niña gritaba. Gritaba pidiendo ayuda, pero nadie se detenía.
— ¡Aaaaaah! — grité. — Por favor, ¡para!
Nadie me venía a buscar de la tormenta. ¡Nadie! Dos hombres pasaron por la acera, y no me ayudaron, ¡no me ayudaron!
— ¡Katy, Katy, qué te pasa! — gritó alguien, a la vez que me cogía como una niña pequeña y me acunaba en su hombro.
— Llévala con Joss. — ordenó…
N/A: Después de taaaaanto tiempo… ¡He vuelto! Lo siento por retrasarme taaaaaaaaaaaanto! Entre que perdí los documentos, seguí con otros fics, exámenes, nuevo pc, pérdida de nuevo de los documentos, finales, vacaciones..TT
Que vergüenza...
Bueno, quería dedicarlo especialmente a los poquitos que siguen la historia :)
Al.
martes, 6 de abril de 2010
And you can see my hear beating…
And you can see my hear beating…
Tercera persona.
Katy pasó toda la noche abrazada a unos de los cojines del sofá, aovillada, mientras moría con cada lágrima que escapaba de sus ojos chocolate.
Eran las seis de la mañana cuando una Alice casi arreglada, entraba a la habitación de música, y rápidamente cerraba la puerta.
“¿Qué era todo ese ruido?” pensó rápidamente, mientras la volvía a abrir. Entró rápidamente y apagó los altavoces que sonaban. Katy velozmente abrió los ojos al notar que la música había parado.
End tercera persona.
De repente la música cesó y me desperté de golpe. Aunque parezca extraño, yo podía dormir perfectamente con la música a todo volumen, mientras sea clásica, o instrumental. Y ahora que ésta no sonaba, mi tranquilidad había desaparecido.
— ¿Quién anda ahí? ¿Quién paró la música? — pregunté, mientras mis ojos se acostumbraban a la obscuridad.
— Soy yo…
— Vete, por favor. — le pedí intentando aguantar los sollozos.
— Pero… — me interrumpió.
— Alice, por favor…— no aguantaron. Ya se notaban.
— De acuerdo…— antes de cerrar la puerta dijo algo: — pero quiero que sepas que siento lo de ayer.
Se marchó y a mí me dejó peor de lo que estaba.
Al final, no podía llorar más de lo que lloré por la noche. Quizás la gente podría pensar que hice de una piedrecita una gran montaña. Pero Alice me prometió que no sacaría el tema. ¿A caso cuando tienes miedo a algo, hacen o dicen cualquier cosa para ofenderte o causártelo?
Así me sentía, herida.
Supongo que Josh ya se habría ido, así que estaba sola en casa, salvo por Robert. Por mucho que me doliera, debería salir, y hacer la comida para Alice…
Me levanté, y me miré en el espejo que había frente al piano. Mi cara estaba marcada por dos líneas onduladas rojas que empezaban en mis ojos y terminaban en mi mandíbula. Mis ojos estaban rojos, mi pelo enmarañado y mi piel más pálida de lo normal. La verdad, no tenía ningunas ganas de salir, además, eran las… ¡Las siete menos cuarto de la mañana! Decidí ir al baño, y luego… iría a recoger algo a mí cuarto-por mucho que me repugne la idea- y meterme de nuevo en mi sala de música.
Salí sin hacer mucho ruido, y entré en el baño, sin picar ni nada. ¿Para qué, si seguro que estaría durmiendo en MÍ cama. ¿Podía ser la vida más injusta conmigo?
— ¡Aaaaaaaaaaaaw! — grité cuando ví un cuerpo semidesnudo, envuelto en una toalla. — ¡¿Qué haces?!
— ¡Qué haces tú! Yo me estaba bañando— se defendió— Procura llamar a la puerta antes de entrar. Si no tendremos mal entendidos tú y yo en las vacaciones.
— ¡Uuuuuuuuuuuuuurg! — bufé y grité a la vez, haciendo que saliese de mi boca un sonido muy extraño.
Repito ¿podía ser la vida más injusta conmigo? Respuesta: Uy, sí… Y seguro que sería aún más.
Cogí la ropa de mi habitación la más deprisa que pude, - y abrí la ventana todo lo que pude, porque había un perfume a colonia de hombre por todos lados, y si quería dormir, no podría con eso.-
Cerré la puerta de un solo golpe, y me metí en el cuarto de Alice. No tenía ganas de bajar a la planta de abajo.
Cuando estuve más o menos arreglada, salí. Y mira por dónde.
— ¿Tengo que encontrarme contigo siempre o es que eres omnipresente?
— ¿Estas loca, o siempre eres tan estúpida con la gente? Perdón, rectifico ¿o sólo con los hombres?
¡Pero que desfachatez!
— ¡Pero bueno! ¡Eres tú el antipático! — ¡y me miraba como si estuviese hablando en chino!
— ¡Tú empezaste a ser la antipática. ¡Si de verdad no me quieres aquí dilo y me iré! — me gritó enfadado. Incluso me dio miedo. — ¡Si eso es lo que deseas! ¡Venga, hazlo de una vez! ¡Échame!
Y por una vez en toda mi vida, no sé porqué reaccioné de esa manera. Le estampé mis labios contra los suyos, y luego, le miré a los ojos.
— Vete, y tal como dice Josh: así estaremos la mar de contentos— y cerré la puerta en sus narices.
¿Eso qué había sido? ¡Qué había hecho! Miré mis pulso… ¡Estaba teniendo una taquicardia!- puede que no sea posible, pero lo parecía--. Mi respiración estaba tan entrecortada que creí que me ahogaría. Me separé de la puerta, e iba a coger el pomo cuando…
— Katy, estas en el dormitorio de mi hermana, algún día deberás salir…
Mierda. ¡Mierda, mierda, mierda! Es verdad. ¿Había tenido un subidón de adrenalina? ¡Nunca había besado a un hombre! Penoso. Sí, a los vente años. Pero no era el momento de hablar en eso. Cogí todas las fuerzas que vi por el suelo, pues se me había debido de caer antes, y agarré el pomo.
Caí de bruces al suelo, empujada por una puerta que se abrió sin yo girar el pomo. La posición era un tanto incómoda pues solo veía los pies de Robert y los “besaba”. Si no fuesen por ellos me habría partido la boca por el golpe.
— ¿Katy? Estás bien? — preguntó con tono preocupado.
¿Porqué leches tenía que ser ahora tan adorable?
— Espera.
Me cogió por debajo de los brazos, y me ayudó a levantarme. No me preocupé en agradecerle nada, y menos a mirarle a los ojos. No sin una escusa para lo que había hecho. Tonta Katy.
— ¿Katy? — susurró. Me quedé como una tonta adolescente hormonada mirando como pronunciaba mi nombre. Era tan… provocativo.
¿Sería que lo que no había salido en mi adolescencia, saldría ahora? ¿Podría tener una combustión espontánea con sólo verle vocalizar mi nombre?
— ¡Aaaw! — grité en respuesta a mis pensamientos. — Tengo que hacer la comida. — avisé ya en dirección al segundo piso.
¿Pero cómo iba a pensar yo, que este…. Hombre me haría eso?
Me cogió de la muñeca, atrayéndome hasta él, y poniéndome a su altura, una cabeza y media más baja. Estaba a tan poca distancia de su boca y…
… lo que en mis quince años provocó que rechazara a todos los ligues que Alice me había buscado surgió.
— No… por favor…. Por favor no…— supliqué con los ojos cerrados y la frente sudorosa. ¡No por favor ataque de pánico ahora no!
— Katy…— musitó contra mis labios. Su aliento rebotó en ellos haciendo que me pusiera aún más nerviosa.
— Rob… no… lo hagas…
Me besó con urgencia y demasiada pasión, encarcelándome entre sus brazos y juntando sus manos en mi espalda. Evitaba que pudiera separarme de él, aunque mis brazos seguían arañando su abdomen por encima de la camiseta. Me arqueó hasta quedar inclinada, y con una mano libre sujetó mi nuca para no separarme.
— Noo…— lloriqueé con sus labios en mi boca.
¡Socorro! Gritaba mi mente. Me aventó hasta la pared, haciéndome gemir pues solté todo el aire bruscamente, y me encerró de nuevo con sus brazos, uno a cada lado de mi cuerpo. Intenté huir a la primera que pude- y yo tampoco sé porque ahora no podía aguantar su cercanía- pero me lo impidió alzándome sobre él, y encajando su cadera con la mía. Enredé mis piernas instantáneamente a su alrededor, con miedo a caerme, y entonces, la ansía de antes se apoderó de mí, y el pavor y miedo de hacía unos segundos desapareció. Enredé mis brazos alrededor de su cuello y con mi mano agarré su pelo, atrayéndolo más a mí. Ninguno tenía sus ojos abiertos, y ninguno decía nada. Sólo se escuchaban los bufidos y respiraciones entrecortadas.
— Katy…— balbuceó en mi oído con voz ronca a causa de su arranque. Ahí fue cuando mis ojos se abrieron de par en par, y ahí en cuestión de segundos de su cuerpo, en cuanto bajó su brazo para aferrar mi trasero.
Corrí todo lo que pude y me metí en el cuarto de baño abajo, mientras Robert me perseguía. Suerte que yo conocía bien esta casa, y él no. Y suerte que dudó otros segundos que para mí parecieron tan veloces como milésimas.
Cerré con pestillo y me metí sin siquiera mirarme en el espejo, o quitarme la ropa bajo el grifo. El agua congelada me hacía castañear los dientes, pero así podría quitarme esa sensación de encima.
Pensé que lo iba ha hacer…
Tercera persona
Después de que Katy se calentara con una ducha templada, salió con su albornoz azul, Robert se fue a sentar al sofá, pensando en la locura que acababa de hacer.
“¿Se puede saber que me provoca esta mujer?” se preguntaba una y otra vez “Primero la admiro, luego siento amabilidad por ella, más tarde, la odio con todo mi pesar y de repente me puse en plan estúpido con ella… pero…. ¿Qué había sido esa pasión y desenfreno que me había acosado sin permiso, cuando sus labios se estamparon contra los míos?”
Mientras, Katy se había atiborrado a calmantes con tal de poder hacer desaparecer esa sensación. La congoja, la ansiedad y el miedo tras huir de Robert hacia el baño, la habían abordado sin dejar ni rastro de la pasión incontrolable que la había hecho perder.
Había sufrido un miedo terrible y un no saber que hacer, cuando Robert la había besado. Se congeló al instante, y lo único que podía hacer era pregar y arañar al hombre que la estaba besando a la fuerza. “¿porqué ahora, y porqué él”? Se preguntaba.
— ¡Ya estoy aquí! — gritó Alice cuando abrió la puerta. — ¿quién se ha muerto? — preguntó preocupada al ver que nadie decía nada.
— ¿Y Katy? — preguntó a su hermano cuando dejó su abrigo en el recibidor y se dirigió hacía el ruido procedente de la sala de estar.
— Creo que en su cuarto…— dejó caer Robert con desgana— Te he preparado la comida. Está en el microondas. Aunque esté recién hecha, caliéntatela.
Alice, boquiabierta por la escena de su hermano cuidándola, se dirigió al cuarto de Katy.
— ¿Puedo? — preguntó picando varias veces suavemente a la puerta. — ¿Katy? — preguntó ahora angustiada.
Ella, por muy enfadada que estuviera, siempre daba señales de vida.
— ¡Katy abre! ¡No me hagas tirar la puerta abajo! ¡Sé que estas enfadad, pero dime que estas ahí!
Seguía sin contestar. Robert escuchaba alboroto desde abajo, y cuando se levantó del sofá, apagando el televisor:
— ¡Katyyyyyyyyyyyyy! — gritó Alice tras pegarle un golpe a la puerta.
Robert, tras ver resurgir ese estado de sobreprotección a su pequeña, corrió hacía la habitación dónde había dormida más saber que de Katy se trataba.
— ¡Dios mío Katy que has hecho! — lloriqueó Alice moviendo bruscamente a Katy por los hombros, sin reacción alguna de ésta.
N/A: Buuuuf, lo siento, me he retrasado tantísimo...TT Espero que les guste el capi. No sé, verdaderamente, cuando volveré a actualizar, porque esta historia la tengo parada temporalmente. En fin, espero no perder las poquitas personas que me leían.
Beeeeso.
NAlice.
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